
así de perfecta, así de inconclusa.
Tenía esa mirada de dragón de fuego
tan penetrante, tan negruzca
una voz que encandilaba a su alrededor
sus manos eran ágiles, eran bellas,
eran puras.
Y cuando tomaba el pincel
en el lienzo blanco ángel
lograba destellos de luces de colores
la realidad no era suficiente,
se transportaba a lo más lejos del mundo,
a donde nadie pudiera encontrarlo:
su mente.
Y mientras pincelaba,
deliraba en silencio lamentos lejanos,
rememoraba un pasado distante
y los mezclaba con la esencia del futuro soñado.
El frío de junio y el de su corazón
se juntaban para crear calor
a esa alma bohemia
que poco a poco hacía de la fantasía
una realidad pintada.